CAPÍTULO 64
LOS ECOS DE SOCIEDAD EN LOS PERIÓDICOS
Los ecos de sociedad eran en la prensa de la época, entre los cuarenta y mediados de los
sesenta, el espacio dedicado a dar cuenta a los lectores de sucesos concretos de
la vida de la población en la que se editaba, con nombre y apellidos. Esta
costumbre se seguía tanto en las capitales como en los pueblos en los que
existía alguna publicación periódica. Pero, quizás era en los pueblos y
pequeñas capitales provincianas en donde alcanzaba un nivel más popular y más
seguido por los lectores. Por este motivo, me centraré en lo que sucedía en el
pueblo en que pasé mis años de infancia. Puede servir de ejemplo muy similar a
otros muchos lugares.
A falta de noticias de
más relieve, que en ocasiones las había, se publicaban en esa sección
informaciones acerca de bodas, bautizos, primeras comuniones, nombramientos,
exámenes superados, llegadas, salidas o marchas de la población, y otros
acontecimientos de la vida cotidiana de sus moradores. Si se trataba de
cuestiones de importancia y de dominio público, los redactores del periódico tenían
conocimiento y lo publicaban en ecos de sociedad, cuando no eran
específicamente objeto de una crónica especial aparte. Pero en la mayoría de
los casos, o bien se enteraban de oídas, por terceros, o bien los propios
interesados les hacían llegar directamente la noticia.
Sea como fuere el
origen de la misma, a los lectores locales o a los que, oriundos del lugar,
residían en otras poblaciones, les llegaban noticias, que leían con avidez.
Podían ser tales como las que siguen:
“Ha llegado a nuestro pueblo ( o ciudad) el afamado médico (o abogado, o
empresario), procedente de Madrid ( o de Barcelona, Londres o Badajoz), Don
Ezequiel Pérez, acompañado de su
elegante y fina esposa, Pepy y sus recatadas y hermosas hijas, Tere,
Anita y Carmencita, acompañadas de sus
encantadoras amigas Juanita y Marta, con el fin de disfrutar en nuestra bella y
tranquila tierra de unas bien ganadas y largas vacaciones.”
“El pasado jueves, partió de esta población rumbo a Lugo (o Avilés o Trujillo),
el entusiasta convecino, Don Gregorio García, quien junto a su esposa, la
simpática Dolores y sus gentiles e inteligentes
hijos, Paquito y Tomasa, ha disfrutado de muchos días de playa y campo,
en su hogar de Villa Torre. Le deseamos unos felices meses de invierno y que
pronto vuelvan a estar con nosotros.”
En ocasiones, se daba
cuenta de otro tipo de noticias:
“Ha sido operado en el sanatorio tal de Mondelón el vecino de nuestra
villa Francisco López, habiendo
resultado satisfactoria la operación a la que fue sometido. Le deseamos un
rápido restablecimiento”
Ó “Ha sido nombrado Secretario del Ayuntamiento de Torredelcuarto (o Béjar
o Quintanar de la Orden), el sobrino del conocido veterinario de nuestra villa,
Don José Álvarez, quien tras reñida oposición con más de cien contrincantes, obtuvo la más alta
puntuación en las oposiciones celebradas el pasado mes. Damos la más cordial y sentida
enhorabuena al laureado y aventajado, Carlitos, que a sus cuarenta años ha logrado tan altos éxitos y
le deseamos de todo corazón, que pueda disfrutar muchos años, junto a su linda
esposa Luisa y sus dos encantadoras y
recatadas hijas, Marilí y Majesús, de tan importante y exigente cargo”.
Y así sucesivamente,
sin que faltasen nunca multitud de adjetivos por doquier. Aunque había un tema
traído a las páginas de aquellos diarios o semanarios especialmente delicado.
Me refiero a la costumbre de indicar las notas en los exámenes de algunos
alumnos o el aprobado en ellos.
Con frecuencia, tras
los exámenes de Junio o de Setiembre, los alumnos de mi Colegio - ignoro ahora
si con otros centros también sucedía lo mismo - nos sorprendíamos en alguno de
aquellos sábados, día en que se publicaba el semanario, al ver nuestro nombre y
apellidos en los ecos de sociedad. Se trataba de noticias que exponían quiénes
habían aprobado exámenes de tal o cual curso o reválida de cuarto o sexto. En
ocasiones se hacía mención a las matrículas y sobresalientes obtenidos por cada
cual. Y esto era ya demasiado.
De una parte, el que
no aparecía allí, estaba claro que había suspendido. De otra, el que no tenía
matrículas o sobresalientes, se podía pensar que andaba por los aprobados
raspados. Fuese como fuese, a la mayoría no le agradaba salir a la calle y
recibir enhorabuenas o pésames por
doquier. Dentro de la limitada vida social del pueblo en esa época, las
noticias volaban y pasaban a ser de rápido dominio público. Y una cosa era ser
protagonista por un día, y otra era estar en boca de muchos.
En esta variada
casuística de los ecos de sociedad de aquellos periódicos, entrañable vista
desde aquí y ahora con ojos nostálgicos del siglo XXI, se mezclaban muchas
cosas y sentimientos. Alegrías y envidias ajenas, sorpresas y sonrisas
escondidas, triunfos profesionales o académicos y presunción de unos o de
otros, afán de notoriedad y nostalgias, recuerdos de amigos entrañables y
seguimiento de las vidas ajenas. Los ecos de sociedad permitían seguir el pulso
de la vida social del pueblo y de muchas familias con residencia lejana. Era
agradable saber de la gente, pero
conforme avanzó la década de los cincuenta y se fue entrando en los sesenta,
cada vez se hizo más anacrónico todo esto de Ecos de sociedad publicado en los diarios y semanarios.
Y así, en buena
lógica, esa sección se fue muriendo, al hilo de la falta de información, al
dejar las propias familias de facilitarla, y de la progresiva ausencia de
intención de aparecer citados en el periódico. Como tantas cosas de la vida
pasada, lo que antes fue signo de distinción, acabó siendo de vulgaridad, al
cambiar las formas de pensar de las gentes. Y ante esta vulgaridad, se apagaron
definitivamente los ecos de - valga la redundancia –
aquellos entrañables Ecos de sociedad
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