miércoles, 2 de octubre de 2013

CAPÍTULO 64
LOS ECOS DE SOCIEDAD EN LOS PERIÓDICOS

Los ecos de sociedad eran en la prensa de la época, entre los cuarenta y mediados de los sesenta, el espacio dedicado a dar cuenta a los lectores de sucesos concretos de la vida de la población en la que se editaba, con nombre y apellidos. Esta costumbre se seguía tanto en las capitales como en los pueblos en los que existía alguna publicación periódica. Pero, quizás era en los pueblos y pequeñas capitales provincianas en donde alcanzaba un nivel más popular y más seguido por los lectores. Por este motivo, me centraré en lo que sucedía en el pueblo en que pasé mis años de infancia. Puede servir de ejemplo muy similar a otros muchos lugares.

A falta de noticias de más relieve, que en ocasiones las había, se publicaban en esa sección informaciones acerca de bodas, bautizos, primeras comuniones, nombramientos, exámenes superados, llegadas, salidas o marchas de la población, y otros acontecimientos de la vida cotidiana de sus moradores. Si se trataba de cuestiones de importancia y de dominio público, los  redactores del periódico tenían conocimiento  y lo publicaban en ecos de sociedad, cuando no eran específicamente objeto de una crónica especial aparte. Pero en la mayoría de los casos, o bien se enteraban de oídas, por terceros, o bien los propios interesados les hacían llegar directamente la noticia.

Sea como fuere el origen de la misma, a los lectores locales o a los que, oriundos del lugar, residían en otras poblaciones, les llegaban noticias, que leían con avidez. Podían ser tales como las que siguen:

“Ha llegado a nuestro pueblo ( o ciudad) el afamado médico (o abogado, o empresario), procedente de Madrid ( o de Barcelona, Londres o Badajoz), Don Ezequiel Pérez, acompañado de su  elegante y fina esposa, Pepy y sus recatadas y hermosas hijas, Tere, Anita y Carmencita,  acompañadas de sus encantadoras amigas Juanita y Marta, con el fin de disfrutar en nuestra bella y tranquila tierra de unas bien ganadas y largas vacaciones.”

“El pasado jueves, partió de esta población rumbo a Lugo (o Avilés o Trujillo), el entusiasta convecino, Don Gregorio García, quien junto a su esposa, la simpática Dolores y sus gentiles e inteligentes  hijos, Paquito y Tomasa, ha disfrutado de muchos días de playa y campo, en su hogar de Villa Torre. Le deseamos unos felices meses de invierno y que pronto vuelvan a estar con nosotros.”

En ocasiones, se daba cuenta de otro tipo de noticias:

“Ha sido operado en el sanatorio tal de Mondelón el vecino de nuestra villa  Francisco López, habiendo resultado satisfactoria la operación a la que fue sometido. Le deseamos un rápido restablecimiento”

Ó “Ha sido nombrado Secretario del Ayuntamiento de Torredelcuarto (o Béjar o Quintanar de la Orden), el sobrino del conocido veterinario de nuestra villa, Don José Álvarez, quien tras reñida oposición con  más de cien contrincantes, obtuvo la más alta puntuación en las oposiciones celebradas el pasado mes. Damos la más cordial y sentida enhorabuena al laureado y aventajado, Carlitos, que a sus  cuarenta años ha logrado tan altos éxitos y le deseamos de todo corazón, que pueda disfrutar muchos años, junto a su linda esposa  Luisa y sus dos encantadoras y recatadas hijas, Marilí y Majesús, de tan importante y exigente cargo”.

Y así sucesivamente, sin que faltasen nunca multitud de adjetivos por doquier. Aunque había un tema traído a las páginas de aquellos diarios o semanarios especialmente delicado. Me refiero a la costumbre de indicar las notas en los exámenes de algunos alumnos o el aprobado en ellos.

Con frecuencia, tras los exámenes de Junio o de Setiembre, los alumnos de mi Colegio - ignoro ahora si con otros centros también sucedía lo mismo - nos sorprendíamos en alguno de aquellos sábados, día en que se publicaba el semanario, al ver nuestro nombre y apellidos en los ecos de sociedad. Se trataba de noticias que exponían quiénes habían aprobado exámenes de tal o cual curso o reválida de cuarto o sexto. En ocasiones se hacía mención a las matrículas y sobresalientes obtenidos por cada cual. Y esto era ya demasiado.

De una parte, el que no aparecía allí, estaba claro que había suspendido. De otra, el que no tenía matrículas o sobresalientes, se podía pensar que andaba por los aprobados raspados. Fuese como fuese, a la mayoría no le agradaba salir a la calle y recibir enhorabuenas o pésames por doquier. Dentro de la limitada vida social del pueblo en esa época, las noticias volaban y pasaban a ser de rápido dominio público. Y una cosa era ser protagonista por un día, y otra era estar en boca de muchos.

En esta variada casuística de los ecos de sociedad de aquellos periódicos, entrañable vista desde aquí y ahora con ojos nostálgicos del siglo XXI, se mezclaban muchas cosas y sentimientos. Alegrías y envidias ajenas, sorpresas y sonrisas escondidas, triunfos profesionales o académicos y presunción de unos o de otros, afán de notoriedad y nostalgias, recuerdos de amigos entrañables y seguimiento de las vidas ajenas. Los ecos de sociedad permitían seguir el pulso de la vida social del pueblo y de muchas familias con residencia lejana. Era agradable saber de la gente, pero conforme avanzó la década de los cincuenta y se fue entrando en los sesenta, cada vez se hizo más anacrónico todo esto de Ecos de sociedad publicado en los diarios y semanarios.

Y así, en buena lógica, esa sección se fue muriendo, al hilo de la falta de información, al dejar las propias familias de facilitarla, y de la progresiva ausencia de intención de aparecer citados en el periódico. Como tantas cosas de la vida pasada, lo que antes fue signo de distinción, acabó siendo de vulgaridad, al cambiar las formas de pensar de las gentes. Y ante esta vulgaridad, se apagaron definitivamente los ecos de - valga la redundancia –

aquellos entrañables Ecos de sociedad

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