viernes, 4 de octubre de 2013

CAPÍTULO 1
BOCETO DE MIS VIVENCIAS PERSONALES

Este libro trata de contar y exponer una visión de la España de mi generación, la de quienes nacimos en los años cuarenta del pasado siglo XX.  Se nos ha denominado, con frecuencia, los niños de la posguerra.  Cuando nacimos, hacía muy poco tiempo que la cruel contienda fratricida española había terminado. El país, sangrando todavía por todas las heridas dejadas por la guerra, trataba de respirar, de sacar la cabeza del agua y mirar al frente. Había que volver a la normalidad, regresar al trabajo, ganarse la vida para sobrevivir en esos angustiosos e ignotos tiempos que venían.  Nadie sabía qué iba a pasar, cómo se iban a desarrollar las  cosas en la vida política nacional. Y para colmo de males, en esos años hasta 1945, la guerra mundial asolaba gran parte de nuestro planeta. 

Así, los españoles vivíamos entre las penurias y congojas de un doble frente: la lucha por la supervivencia en un mundo y en un orden nuevo en España y las posibles consecuencias de la guerra aliada contra los ejércitos nazis de Hitler. El panorama en España no podía ser más desolador en esos años, preñados de toda clase de dificultades para la mayor parte de la población. A eso se unía el regreso de muchos de los combatientes, que habían sobrevivido a la contienda, a sus pueblos y ciudades de origen. Sin trabajo, sin medios de vida y con sus dramas personales en la mochila. La generación de nuestros padres, arrastrada por las decisiones de los políticos del momento, se vio envuelta en una lucha de unos contra otros, en plena juventud. Y esas crueles vivencias se tragaron su vida juvenil, los años desenfadados y alegres de todos ellos. Maduraron de golpe y se saltaron, la mayoría de ellos, esa etapa de la vida. Al acabar la guerra, su rostro y su figura, reflejaba en  ellos las penurias pasadas y ese tránsito a hombres ya hechos, pese a sus edades todavía jóvenes.

En esas circunstancias de la vida nacional, que en gran parte iremos desgranando en este libro capítulo a capítulo, fuimos naciendo una nueva generación de españoles. Íbamos a ser los que no habíamos conocido los albores de la guerra, ni las pugnas políticas de los años treinta que condujeron al conflicto. Y también, la de quienes no habíamos conocido la lucha, ni los bombardeos, cañonazos, fusilamientos y toda la parafernalia dramática y de destrucción que la acompaña siempre. Pero nuestra existencia iba a estar marcada por el recuerdo de esa guerra, que oiríamos contar miles de veces a nuestros mayores, en nuestros años de juegos y de infancia. Y como cada cual escuchó de labios de los suyos sus propias experiencias, siempre subjetivas, esto marcaría profundamente a muchos hijos de aquellos combatientes o víctimas de la guerra en las retaguardias urbanas o rurales.

Este libro no es, como ya se indicó en la introducción, una biografía personal del autor. Tampoco un relato cronológico de mis vivencias. Se pretende narrar, lo más aséptica y objetivamente posible, la vida que vi pasar a mi lado a lo largo de los años. También la que oí contar en muchas ocasiones a familiares, amigos o medios de comunicación de esas décadas. Todo ese bagaje de experiencias de mi propia generación es el que voy a ir exponiendo. Lógicamente, no me es posible contar aquello que no viví o que no conocí en algún modo. De aquí que mi visión sea, necesariamente, parcial y sujeta a opiniones contrapuestas o de desacuerdo. Al fin y al cabo, cada uno puede narrar, con la autoridad que da el haberlo vivido en primera persona, aquello que conoce.  Y éste es mi caso.

Pero aunque no va a ser un relato autobiográfico, que estaría ahora fuera de lugar y posiblemente falto del interés suficiente, si es necesario que encuadre toda mi  exposición en el marco de mi propia vida y, en consecuencia, de mi propia generación. Por esto, aparecerán con frecuencia referencias a hechos vividos personalmente. Pienso que esto dará una mayor fuerza y credibilidad a la narración. Por este motivo, y porque mi caso personal se sale un tanto de lo más general, entre quienes venimos de esos años, punto de arranque de este libro, es más necesario exponer algunas vivencias personales. O más bien hitos o peldaños de mi propia vida, en especial de aquellos años de infancia y juventud.

Vine al mundo, en plena época de la posguerra, en Valladolid. Pero esto sería un mero accidente sin apenas significado e influencia posterior. A los pocos meses mis padres se trasladaron a la ciudad de Valencia. Allí, en la céntrica calle de Ruzafa primero y, más tarde, en una nueva barriada en Xirivella, pasaron mis primeros siete años de vida. De este modo, esa primera etapa de la posguerra, de la década de 1940-1950, transcurriría en la ciudad del Turia. Eso sí con frecuentes desplazamientos a Alicante, la ciudad natal de mi madre y toda la rama familiar materna.



Maqueta del barrio de Chirivella en  el que viví




Paseando por Alicante hacia 1948












La ciudad de Melilla en que vivimos tres años



A los siete años, mis padres volvían a levantar su casa de Xirivella, acuciados por la necesidad de mejorar de vida, en medio de las apreturas de la España de esa época, para desplazarse a vivir al norte de África, a Melilla. A esa ciudad, un tanto exótica y pintoresca de aquel 1950. Es fácil imaginarse lo que supuso, para un niño de siete años, verse inmerso en la vida de aquella pequeña urbe norteafricana. Mis ojos contemplaron entonces un mundo lleno de color y misterio, de sorpresas en cada esquina y cada día del calendario. No duró más que tres años esa aventura de Melilla. A la edad de diez años, mi padre sintió la llamada de su tierra y, un tanto cansado de soportar los rigores climatológicos del clima norteafricano, unido al éxodo de sus compañeros, uno tras otro de regreso a la península, siguió sus mismos pasos. De este modo, en una veraniega mañana de julio de 1953 la motonave Puchol nos trasladaba a la ciudad de Málaga. Después atravesamos en tren todo el país, haciendo un alto en Madrid, hasta llegar a Lugo. Un autobús nos depositaría, a continuación, en el pueblo de Ribadeo, en plena costa cantábrica gallega.


Puerto de Melilla y el Puchol amarrado

Con diez años, comenzaba una etapa de vida pueblerina en esa hermosa villa gallega que iba a constituirse en el núcleo básico de mis raíces vitales. Mi infancia y adolescencia transcurrió allí, en  la monotonía maravillosa de sus días escolares y de vacaciones. En medio, hubo un período de dos años en los cuales, en un nuevo traslado por cambio de lugar de trabajo de mi padre, nos fuimos a vivir a la villa de Tapia de Casariego en el Occidente de Asturias. Al cabo de ese tiempo, regresamos a Ribadeo. En esos años estudié el Bachillerato y al terminarlo, llegó mi primera salida de la casa paterna para seguir estudiando lejos del pueblo. El curso Preuniversitario me llevó, otra vez, a Alicante en 1959, viviendo en esa bellísima ciudad mediterránea. Y, al término de ese curso, regresé a Galicia de nuevo. Comenzaba, o debía comenzar, una nueva etapa de mi vida, la que me debería de poner, a su término, en la parrilla de salida de la vida laboral.



Autobús como el que nos llevó a Ribadeo en 1953




Muelle de Ribadeo en los años cincuenta


Tapia de Casariego en la época en que viví allí

Finalmente, me trasladé a Gijón a estudiar. A los cuatros años pasados en esa  ciudad asturiana, le siguió la etapa del servicio militar en La Coruña. Y a partir de ahí, comenzaba mi vida laboral y cinco años más tarde formaba mi propia familia en esa ciudad, tras mi matrimonio. Mi trabajo me fue llevando a diversas empresas, de distintos tamaños y problemática, cronológicamente, en Madrid, Ferrol, de  nuevo Madrid y La Coruña.

He puesto  a la vista del lector de este libro este breve resumen de mi trayectoria vital y de lugares de residencia para hacer más comprensible las diversas situaciones que iré describiendo. Solamente unas vivencias tan variadas, debido al tránsito por tantos lugares, permiten extraer ahora unos recuerdos tan amplios y a la vez tan generales. Esto me posibilita hablar de mi generación de forma más abierta, en abanico, desplegada en múltiples situaciones y experiencias y hacerlo en primera persona como espectador que fui de las mismas.  Basta decir, como ya se ha señalado, que a los diez años ya había vivido en una gran ciudad, en otra pequeña del Norte de África y en un pueblo del Cantábrico. Había transitado por Málaga en coche de caballos, por tierras de Murcia en un carro campero, hechos dos viajes en barco en el Mediterráneo cruzando el Estrecho y un largo e interminable viaje en tren por la península. Y como algo excepcional, había vivido una terrible inundación en la ciudad del Turia con el agua a las puertas de mi casa, un terremoto en Melilla y una tempestad de arena del desierto en esa misma ciudad. Demasiadas experiencias para tan pocos años y para llevarlas en la mochila de mis recuerdos infantiles cuando comencé mi bachillerato.

Algo que se deriva de esos múltiples cambios de residencia es, a su vez, los frecuentes cambios de amigos y compañeros. También los diferentes ambientes en que me fui encontrando, la distinta idiosincrasia de las gentes de unos y otros lugares, la climatología, las costumbres locales y los peculiares personajes atípicos o llamativos que siempre existen en todas partes. Hablando en términos de sociología, he podido conocer toda una variada tipología ambiental y de costumbres.

En las páginas que siguen se ampliarán suficientemente algunas de estas cuestiones, pasadas ahora esquemáticamente, cuando encajen en el tema tratado. Apelo a la comprensión del lector para que disculpe el rebobinado de algunos aspectos personales  de mi vida, que he considerado necesario hacer, con carácter previo.

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