miércoles, 2 de octubre de 2013

CAPÍTULO 59
EL PAPEL DE FUMAR

Cerramos con estas líneas algunos aspectos característicos del fumador en los años que estamos considerando en este libro. Volvemos la vista, ahora, hacia aquellos populares librillos de papel de fumar. Se trataba de papel de arroz, cortado en pequeños rectángulos y metidos en unas pequeñas cajitas – los librillos -  de cartón. Todo fumador, antes de que se impusiera el uso masivo de cigarrillos ya elaborados y comercializados con sus cajetillas, debía proceder a hacerse – a liarse se decía – sus propios cigarros. Para ello necesitaba tener tabaco en su tabaquera o picadura en el envase original en que se lo vendían en los estancos, una cajita de cerillas, que entonces se llamaban comúnmente fosforos, o un mechero y su librillo de papel de fumar.
Aunque había diversas marcas, de mejor o peor calidad y precio, eran bastante parecidas y de  idéntica presentación comercial. De entre las más populares podemos recordar, en primer lugar, el Smoking en sus cajitas cuadradas de colores rojo, gris o naranja, o rectangulares y alargadas. Era muy utilizado el Bambú y el Zig-zag.
Una característica de este papel es que era lo suficientemente fuerte, en sus fibras, para mantener su forma cilíndrica y no deformarse ni deshacerse, una vez hecho el cigarrillo. También era adecuado para mantenerlo entre los labios y en el momento previo de pegar el papel para cerrar el cigarro antes de fumarlo.


Entre los tabacos más usados en aquellos años de posguerra y siguientes, ya en cajetillas con los cigarrillos elaborados, citamos, entre otros: Celtas,  Peninsulares, Bisonte, Rumbo, Goya, Timonel. Generalmente en cajetillas de 20 cigarrillos, aunque los Ideales traían 18. Todas ellas elaboradas por Tabacalera S.A. que tenía el monopolio del tabaco en España, el cual mantuvo durante muchos años. 

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