miércoles, 2 de octubre de 2013

CAPÍTULO 47
LOS GUSANOS DE SEDA

Muchas cosas fueron las que, a lo largo de nuestros años de infancia, alegraron y animaron nuestros días. Se trataba de cosas sencillas, en ocasiones discurridas por nuestros padres, que se extendían por nuestro entorno con rapidez. Algunas, eran ya hábitos en la vida infantil de nuestro país. Entre todas estas cosas, podemos traer el recuerdo de los gusanos de seda y los escolares.

Bien porque el maestro de nuestra escuela nos animase a ello o porque explicase el tema de los gusanos de seda, el caso es que durante algunos años, de forma cíclica, muchos niños aparecíamos con una caja de zapatos y los gusanos metidos en ellas. Eran una especie de jaulas, a las que hacíamos unos agujeros para que respirasen, en las que depositábamos los famosos gusanos. Estas cajas que permanecían en nuestras casas y que sacábamos a la calle o llevábamos al colegio para enseñar a los demás, eran para nosotros algo sagrado que vigilábamos continuamente. Después se precisaba disponer de hojas de morera, ya que éstas eran el alimento básico para esos gusanos. Había por tanto que salir al campo o recorrer zonas en las que pudiesen recogerse estas hojas.

Como es sabido esos gusanos siguen un ciclo vital muy curioso, al menos para la mentalidad infantil. Un día, observábamos que aquel gusano había desaparecido y, en su lugar, encontrábamos una envoltura o cápsula muy amarilla. El bicho la había tejido, recluyéndose dentro para proceder a su mutación. Al cabo de días de intensa y agónica espera, nos encontrábamos que de aquella especie de cápsula salía un insecto alado, que recordaba la abeja  o algo así. Este nuevo ser del reino animal, a diferencia del gusano, no solía gustar mucho a los chiquillos. Tras esto, venía la puesta de huevos de éste bicho, y el nacimiento de nuevos gusanos que procedía a repetir el ciclo.


Pero lo más habitual era que, una vez obtenida la seda, en forma de las cápsulas tejidas por el gusano, se llevase o entregase a alguna persona interesada en juntar muchas de ellas. Así se podía obtener una cierta cantidad de aquella hermosa seda de color amarillo.

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